Me gustaría preguntarle a un católico o a un cristiano: Si dios nos hizo a su imagen y semejanza, como dice la Biblia, para qué nos dio el cuerpo? No tiene sentido. Podríamos ser ángeles o demonios portándonos bien o mal en el cielo, sin necesidad de cargar con estos cien kilos de carne que fallan, se enferman, deben alimentarse y encima, duelen.
Si me lo preguntan a mí, la función del cuerpo es nada más que manifestar el paso del tiempo. Si fuéramos solamente espíritu, no podríamos envejecer y, por lo tanto, aprender. El paso del tiempo enseña. Existimos porque dejamos de existir en algún momento.
Aprendemos del tiempo, y está bien que sea así. El problema es que nuestra mente no aprende todo. Aprende a destilar experiencias del pasado y a desear lo que ocurrirá en el futuro, pero no aprende a vivir el presente. Es una tarea de las más difíciles que tiene el ser humano. Apreciar, evaluar, disfrutar el presente es algo para lo cual la mente humana, en este estadio de evolución, no está preparada. Nos lleva del pasado al futuro y de regreso permanentemente, sin detenerse en el ahora, que es el presente.
Como lo hace?
Primero nos convence de que tenemos que ser «productivos», entendiendo por eso que no debemos «perder» el tiempo sin hacer nada. Aquí influye mucho nuestra educación en la infancia. Debemos estar siempre haciendo algo productivo. Por ejemplo, pensar en lo que tenemos que hacer (futuro). Si no lo hacemos, nos recuerda lo que nos pasó la última vez (pasado) que no nos alcanzó el tiempo para todo lo que debíamos hacer. Si estamos cansados y nos entretenemos con alguna tontería, nos recuerda que la última vez le dedicamos el tiempo a ver una película, que nos gustó o que no nos gustó (pasado), y que por eso podríamos estar haciendo eso (futuro).
Luego de eso, nos llena de cosas todo el tiempo y bajo toda circunstancia. El trabajo, la casa, la pareja, los niños, los mayores, los amigos, los parientes, las obligaciones sociales, las compras, los impuestos, el médico, el contador, las vacaciones, el auto, el fin de semana, los compromisos. Todas cosas que nos llenan el tiempo, y que vienen a la mente cuando terminamos de hacer algo y no sabemos como seguir. Enseguida nuestra mente nos llena con alguna o varias de esas cosas. No nos da respiro.
La mente no soporta el vacío, porque no lo conoce. Y el presente es eso, un gran vacío, aparentemente. Por eso se empeña en llenarnos siempre con algo.
Pero resulta que lo único que existe es el presente. Lo único que existe y lo único que siempre existió, es el ahora. Siempre es ahora. No hay otra cosa. La galleta que termino de comer ya no existe y el vaso de jugo que iré a buscar en un momento, aún no existe. Sólo existe el ahora, esta tecla que aprieto ahora. Pero no vemos el ahora. No lo disfrutamos, y lo que es peor, muchísimo peor, no sabemos sentir el ahora. No lo sentimos. No lo percibimos. Por la sencilla razón que nunca nos enseñaron ni nunca aprendimos a percibir el ahora.
Nos han dado un cuerpo para sentir el paso del tiempo y lo único que no sabemos hacer es sentir el paso del tiempo. Nuestra carga física nos hace apreciar el tiempo, a través del deterioro de nuestro poderío físico. Pero si esa percepción no es comprendida adecuadamente genera distorsiones psíquicas y conductas que tienden a negar el paso del tiempo.Entender adecuadamente esto y aprender a vivir en el ahora, con sus limitaciones y el esfuerzo que esto requiere, es lo que debería tratarse nuestra vida. Lo demás es sueño.
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